Llegaste cuando no te esperaba
y ahuecaste el último
cántaro de ternura.
Hablaste con voz antigua,
en un abrazo atemporal
de apegos y de agrados.
Ahora que te fuiste
con un corte aséptico.
Enmudecieron las campanas,
las cenizas sepultaron
el subyugo.
Así comprendí
que bajo hechizo, estaba perdiendo
el derecho a ser.