-¿A dónde viviríamos? Me preguntaba él, que era hombre de fortuna, jugando con la idea de abandonarlo todo, para vivir un amor clandestino.
- Al borde del mar claro, en una playa con pinar.-
- ¿Sabes pescar?.-
- No. Pero vos cazarías ballenas.-
- ¡Nada menos!.-
- Nada menos.- Y nos reíamos como tontos. Porque el amor, al inicio tiene mucho de inocencia.
Con el pasar de las hojas, alguna vez lo repetimos y a un tiempo, a ambos, los ojos se nos llenaron de lágrimas.
La promesa se había amasado con nostalgia.
© Ana di Cesare
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