Comenzaba a amanecer...
Una ligera claridad vestía con fantasmas
las ventanas.
Sobre mi piel, dibujándose un mapa de fríos
contra la ardiente llamarada del enojo.
Montoncitos de sal se desprendían
de mis yemas.
Sinrazones del amor,
congojas,
engaños de los cuerpos distantes
que no aciertan a encontrarse.
Le había dicho: "querría acariciarte".
No había dicho:
"poner mi mano en tu pecho y sentir que estamos vivos".
Recordar, en fin, una caricia...
Como espumita del mar,
como el sol de la mañana,
con aroma de glicinas,
y suavidades de nanas...
Así quería acercarme y no podía.
Lo veía tan cerca y faltaba una palabra...
"Tengo el corazón de quince años",
"lo siento", respondió.
No supe más, me vencía el sueño...
Catatonías del amor,
¡ay... cuanto sueño...!
© Ana di Cesare
0 comentarios:
Publicar un comentario