16 septiembre 2012

Tarde de lluvia


Seguí con lo que hacía como si nada.
Me recliné sobre la pila de diarios antiguos, mientras los ojeaba el polvillo acumulado que se embarraba en el aire espeso. Había estado lloviendo mansamente todo el día.
Repitió la pregunta; fui hasta la ventana abierta, los autos tapizaban la avenida.
-Dejó de llover- dije.
Se enfureció, apretó los puños y me odió.
Recogí unos papeles desparramados por el piso.
Exigió respuesta. La callé.
Su paciencia se colmó, acercándose al escritorio dio un golpe y se marchó.
Vi como la carta saltaba por el  alfeizar para precipitarse al vacío. Aunque me acerqué a la ventana a rescatarla fue inútil. Planeaba entre las estelas de aire caliente.
Ya casi llegaba a tierra cuando lo vi a él. Fue inmediato, el papel perdió gracia sobre las baldosas y su pie lo hundió en un charco.
Siguió su camino.
Era la última carta de amor.