Te lloré hasta que se borraron las estrellas
en esta extrañeza de no hallarte
estirando mi mano.
Esa mano extraviada de anticipaciones,
la del pecado y la vendimia.
La mano de mujer que te tendí
y no veías.
La mano con que me asiste y no sentía.Fue un dulce llorar
y abandonar los gemidos que no
te ofreciera.
Como si el cántaro se hubiese derramado
en el más abrupto camino
y salpicandote de viejos sentires
te volviese la mirada
a la tierra ignorada.
Cántaro de cristal
que me ha herido
deja brotar ahora con sangre,
Los placeres no admitidos.